Lo que crees lo creas

TE ABRAZO

No te juzgo. Nunca lo he hecho y nunca lo voy a hacer. No te juzgo porque yo no tengo mente, no pienso, no separo, solo amo. Sé que a veces sientes que no te escucho. Lo sé porque, aunque tú no lo sientas, yo estoy contigo todo el tiempo. No puedo irme a ningún lugar porque lo abarco todo, y con esto lo que quiero decir es que tú no estás separado de mí. Tú eres Yo y Yo soy Tú, siempre y en todo momento.

Me divierten las formas que tienes de nombrarme, todas me gustan y ninguna de ellas es capaz de definirme por completo, soy ilimitado y constantemente evoluciono y crezco, por eso un nombre se me queda corto. Lo que sí quiero pedirte es que si me llamas Dios, por favor dejes de verme como un señor, ni soy una persona, ni tengo barba, ni espero nada de ti. No tienes que demostrarme nada, ni tienes que hacer cosas para que yo te ame. Te amo, sin más. Tampoco te considero pecador porque tú eres lo mismo que yo, recuerda que no hay separación.

Yo te acompaño, eres libre y soberano. Te lo di todo y por tanto no puedo darte más. Qué hacer con lo que te di, depende de ti. Cuando me pides cosas, lo haces como si eso que pides y necesitas no existiera ya en tu interior. Me pides como si yo lanzara regalos desde arriba, pero yo, que soy tú, solo reflejo lo que crees que eres. Si vibras en amor, ves amor. No es que yo te lo envíe, es que tú lo creas. Si vibras en miedo, ves miedo. No es que yo te lo envíe, es que tú, con el poder que te di, lo creas.

A veces, cuando te enfadas, me responsabilizas a mí de lo que te pasa, me reclamas que “me he llevado a las personas que quieres”, como si pudiera arrebatarte algo. Me dices que te envío aprendizajes y pruebas, pero yo no te enseño nada porque ya lo sabes todo. Es importante que te responsabilices de tu poder para que puedas cumplir con la misión que te encomendé.

No es necesario que seas tan formal cuando hablas conmigo, somos amigos. Cuéntame lo que quieras, siempre te escucho y siempre te respondo, pero para oírme tienes que irte al corazón y acallar tu mente. Me entristece tu sacrificio, tu sufrimiento y que te des golpes en el pecho diciéndote que eres culpable. Yo siempre te veo inocente. Te di una misión, la de expandirte y brillar, la de recordar que eres amor, por eso cada vez que hablas de sacrificios, luchas y culpas, estás renunciando a tu propósito y a mí. Cuando te veas tentado a creer en el juicio, en la escasez o en el miedo, recuerda que eso es producto de tu mente, no del amor que compartes conmigo.

Espero que esta carta llegue a tu corazón y que seas capaz de mirarte con los mismos ojos con los que yo te miro.

Te abrazo,

Papá Universo.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Ryan Hutton

REVISA

Nos hemos creído que podemos controlar nuestras experiencias. Que juzgar los actos de los otros es algo normal. Juzgamos sin ni siquiera pararnos a respirar y a sentir lo que estamos haciendo. Nos hemos creído que la vida es difícil, que existe lo bueno y lo malo. Que lo científico y lo empírico pueden ir por delante de lo espiritual. Nos hemos creído que juzgarnos a nosotros mismos es lo normal. Que en esta vida hay que luchar, que nadie regala nada, que no te puedes fiar del que tiene mucho, que somos pecadores y que todos tenemos una cruz. Nos hemos creído que no se puede tener todo en la vida y que si las cosas van bien tendrá que ocurrir algo malo para equilibrar.

Nos hemos creído que estamos separados de los demás, que lo que les ocurre no tiene nada que ver con nosotros porque nosotros “no somos así”, porque somos diferentes, más sabios, mejores personas, más evolucionados. Tampoco participamos de lo que ocurre fuera o de la oscuridad que inunda las jerarquías y los sistemas. Nos hemos creído que no tenemos ninguna responsabilidad.

Nos hemos creído que los hombres no lloran, que sentir no es importante y que si nos lo permitimos solo puede ser para un rato, no vaya a ser que perdamos el control y nuestra vulnerabilidad se abra paso. Nos hemos creído que lo bueno está por llegar, que esta experiencia está hecha a base de pruebas que tenemos que pasar. Nos hemos creído que tenemos capacidad para ayudar porque seguimos sin estar preparados para servir. Nos hemos creído que la compasión solo la experimentan las personas que están “muy elevadas”, así no tenemos que dejar de empatizar.

Nos hemos creído que somos culpables, que no somos dignos, que no nos podemos relajar. Sin pestañear, nos hemos creído el discurso, el miedo y el ruido de nuestra mente. Nos lo hemos creído sin darnos la oportunidad de cuestionar, de poner lo que pensamos en frente y mirarlo sin reaccionar, de revisar nuestras creencias y de elegir con responsabilidad qué pensamientos queremos que vivan en nuestro interior.

Necesitamos dejar de creernos nuestras creencias o por lo menos replanteárnoslas y verlas de nuevo, porque la mayoría de ellas son solo miedo, están enfermas y una creencia enferma no necesita que la creas, necesita que la sanes.

Cuantas menos creencias alberguemos, más libres seremos.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Mateusz Klein

DE CREER A SER

Cuando cambiamos nuestra forma de percibir el mundo, es decir, cuando cambiamos nuestras creencias, cambiamos también la composición neuroquímica de nuestra sangre, lo que a su vez activa un cambio en las células corporales
— Doctor Bruce H. Lipton

Creemos más en la escasez que en la prosperidad. Creemos más, mucho más, en el miedo que en el amor. Creemos más en la enfermedad que en la salud, más en la oscuridad que en la luz, más en lo humano que en lo Divino. Creemos más en lo que ven nuestros ojos que en lo oculto y lo milagroso, y así nos va. El poder de la mente para crear nuestra realidad no es un invento barato que se ha puesto de moda con la corriente new age.

El poder de la mente para crear nuestra realidad aparece reflejado en cualquier texto sagrado que pongamos en nuestras manos, no es nuevo. Es oculto, magnífico y sorprendente, pero no nuevo. La primera Ley hermética dice que Dios es mente y que todos nosotros, como extensiones de lo Divino, creamos nuestra vida a través de ella. Tan solo un 5 % de esa mente que somos es consciente, el resto, el otro 95%, es subconsciente, y ese subconsciente es el que gobierna nuestra vida. Allí guardamos todas las creencias que, después, veremos materializadas en nuestra particular experiencia. Nuestras creencias son nuestras verdades más sagradas y se componen de pensamiento y de sentimiento. Como explica Joe Dispenza, nuestros pensamientos envían una señal eléctrica al campo cuántico y nuestros sentimientos atraen magnéticamente situaciones a nuestras vidas.

La habilidad de convertirnos en creadores conscientes de nuestra realidad comienza por el creer y culmina en el ser. Finaliza cuando eso que primero creímos y después sentimos, se transforma en lo que somos. No es lo mismo creer que merezco todo lo bueno, que vivir desde el merecimiento. No es lo mismo creer que soy salud que saberlo y que vivir sintiéndolo y permitiéndolo. No es lo mismo.

Revisar y sanar nuestras creencias, desvincularnos de las que nos limitan,de las creencias que se basan en el miedo, en la escasez, en la enfermedad o en la preocupación es el primer paso de un proceso que pretende convertir nuestra vida en un milagro. Revisamos, y a continuación, vamos a dibujar en nuestra mente nuevas creencias que vayan en sintonía con lo que queremos manifestar. Y esas nuevas creencias deberán siempre ir acompañadas de sentimientos de alta vibración. Cuanto más sentimos, más atraemos. En nuestra vida no siempre vamos a obtener lo que queremos, pero siempre vamos a conseguir aquello en donde hemos depositado toda nuestra atención. Sólo tenemos que mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de eso.

Si hemos logrado integrar creencia y sentimiento, es decir, si, por ejemplo, hemos logrado creer que somos prósperos y sentir la prosperidad en nuestro interior las cosas comenzarán a cambiar, pero, ¿y si damos un paso más? ¿y si no solo lo creemos y lo sentimos, sino que también vivimos "como si ya fuera”? Entonces, nuestro poder para crear se va a ver doblemente potenciado.

Si vivimos siendo aquello en lo que creemos, le estaremos diciendo al Universo del que formamos parte que, por fin, hemos recordado QUIÉNES SOMOS y que estamos listos para recibir todo lo bueno que nos corresponde por derecho propio.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Atlas Green

Photo by Atlas Green

ERES LIBRE

Aquello en lo que no crees, no puede darte miedo.

Si crees en la escasez en cualquiera de sus formas, entonces la escasez tiene el poder de asustarte. Si crees en la enfermedad en cualquiera de sus formas, entonces la enfermedad, no solo es capaz de asustarte, sino también de materializarse. Sin embargo, si no depositas tu fe en ninguna de las dos, entonces, ninguna de las dos puede tener poder sobre ti. Aquello en lo que creemos determina, no solo lo que experimentamos, sino también lo que sentimos.

El punto de partida, el inicio de todo y de cualquier cosa, el origen o la causa siempre se encuentra en la mente. Ella representa el lugar del que todo surge, es nuestro medio para crear. Es en la mente donde todo comienza y desde ella es desde donde vamos a materializar nuestra realidad. Modificar cualquier aspecto de nuestra vida implica acudir a la mente y ver qué es lo que está ocurriendo allí. Ahí es donde nosotros podemos intervenir, ahí es donde podemos, de verdad, empoderarnos y convertirnos en creadores conscientes de nuestra realidad. Disponemos de capacidad para escoger qué pensar y en qué creer. Lo que creemos es nuestra elección, más o menos consciente, pero nuestra elección. Somos completamente libres de elegir creer en lo que queramos y el tipo de pensamientos que elegimos, depende ,en última instancia, del tipo de relación que sostenemos con nosotros mismos.

Somos duales, y por eso solo somos capaces de crear dos tipos de pensamientos: de amor y de miedo. Nuestros pensamientos de miedo representan la ausencia de amor que hay en nuestro interior, en los recovecos de nuestra mente, en las profundidades de nuestro inconsciente. Esos pensamientos son una llamada de auxilio, una petición desesperada de amor y compasión. Los pensamientos de miedo brotan para ser observados, para que los miremos, nos desidentifiquemos de ellos y dejen de provocarnos reacción. Los pensamientos de miedo surgen para que, en vez de miedo, les demos amor.

Los pensamientos de amor abren las puertas de nuestra consciencia y son el medio para manifestar lo Divino que hay en cada uno de nosotros. Un pensamiento de amor me permite despertar sentimientos elevados, frecuencias que conectan con la vibración del Alma, de esa chispa sagrada que todos tenemos en nuestro corazón y que participa del Alma Universal. Los pensamientos de amor nos permiten trascender los pensamientos del ego. Los pensamientos de amor son los catalizadores para despertar la imaginación, ese gran poder creador, y para, progresivamente, ir dejando espacio para que nuestra Mente Uno se manifieste.

Estoy aprendiendo a mirar los pensamientos desde arriba, a observarlos, a ver su impermanencia, y eso me lleva a descubrir que dentro de mí sí hay algo inmutable, permanente, que nunca cambia, que, a mí y a ti, nos hace sagrados e inmortales.

Te invito a que, si te apetece y puedes, reflexiones sobre la relación que mantienes con lo que piensas.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Andy Do

Photo by Andy Do

COMO SI YA FUERA

Lo que sientes que eres lo eres, y lo que eres se te da. Asume, pues, la sensación que sería la tuya si obrases ya en posesión de tu deseo, y ese deseo, entonces, se tendrá que cumplir. Vive, pues, sintiendo que eres quien deseas ser, y que serás.
— Neville

Todos, de alguna forma, en algún momento, hemos tenido o tenemos un anhelo, un sueño por cumplir, un deseo no satisfecho. Si existe algo que todavía tiene la forma de sueño es porque en alguna parte de nuestra mente lo creemos inalcanzable, imposible de conseguir, arriesgado o peligroso.

Todo aquello que somos capaces de soñar y de ver con los ojos cerrados, todo aquello que podemos imaginar, existe ya como potencialidad. La pregunta es cómo convertir eso que ya es en alguna parte de nosotros, en una realidad tangible.

Materializar un sueño es una tarea que pide un cambio radical en cuanto a la forma que tenemos de ver la vida. Para dar estructura al anhelo, primero tenemos que cultivar la fe en que nuestra voluntad es la misma que la del Padre Universal. Tenemos que interiorizar y sentir que nuestro deseo es compartido por la Fuente de la que formamos parte. Tenemos que crear unidad porque eso es lo que, progresivamente, nos permitirá ver lo que soñamos como algo propio y natural, no como algo externo y difícil de alcanzar.

Para materializar un sueño, tenemos que negarnos con firmeza e insistencia a que los pensamientos de miedo y resistencia que brotan de nuestra mente interfieran en nuestra capacidad creadora. Debemos abandonar la costumbre de creernos lo que pensamos, debemos dejar atrás la idea de que “a lo mejor no será posible”, de que “ a lo mejor no estoy preparado”, de que “puede ser que el Universo desee para mí otra cosa”.

Nuestra capacidad creadora surge naturalmente cuando jugamos al “como si ya fuera”. Cuando nos permitimos ser, en el presente, las personas que seremos cuando nuestro sueño se llame realidad. Cuando, energéticamente, nos alineamos con lo que anhelamos. El “como si ya fuera” nos pide que convirtamos nuestro deseo en algo natural, que, en vez de cuestionarlo y dudarlo, lo experimentemos aquí y ahora. Nos pide que lo honremos y que salgamos de nuestra zona de confort. Que nos identifiquemos con su vibración, que lo sintamos, lo disfrutemos y que, después, lo soltemos. Lo dejemos ir sin que nos importe el cómo ni el cuándo, pero desde la absoluta certeza de que ya está tomando forma y de que su materialización completa se dará cuando deba darse.

Nuestro poder creador, ese inmenso regalo que nos ha hecho “Papá Universo” y que compartimos con Él, surge de manera natural, cuando volvemos a ser niños, cuando jugamos a imaginar, cuando creemos en los milagros y cuando no cuestionamos que es un derecho natural manifestar toda nuestra potencialidad.

Si tienes un sueño, debes saber que, dentro de ti, tienes el poder de convertirlo en realidad.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Tk Hammonds

Photo by Tk Hammonds

TRATADO DE ACTITUD

CUIDA TUS PALABRAS. No existen pensamientos ni palabras neutras. Todo lo que pensamos y todo lo que decimos genera resultados. Creamos a través del verbo, y aquello en lo que creemos es la verdad que, antes o después, se manifestará. Esta es la primera Ley Universal.

CULTIVA LA COMPASIÓN. Abandona la pena y la lástima. El otro, ese que crees que no podrá, que no será capaz, al que juzgas y criticas es igual que tú. Compartís la misma Esencia, venís del mismo lugar. Quizá, él no lo sepa y por eso se comporta así, pero es capaz y puede cambiar. Sustituye la lástima por compasión. Hazlo contigo y con los demás. Desea actívamente que todos los seres sintientes, incluido tú, recuperen su plenitud y vivan alejados del sufrimiento. La compasión no es otra cosa que dar y darte amor de verdad.

PON TODA TU INTENCIÓN EN ACEPTAR. Acepta todo, lo que más rechazas, aquello por lo que no dejas de luchar. Aceptar duele, pero sin ese reconocimiento nunca podremos avanzar. Tu ego te avisa de que aceptar es una rendición, pero esa no es la verdad. Solo al aceptar total y completamente la realidad se pueden abrir las puertas de la paz, del cambio y de la transformación. La lucha y la negación son actitudes que no sirven porque se basan en el miedo y en la desconfianza y nos conducen a la frustración.

ASUME LA RESPONSABILIDAD DE SER TÚ. Aprende a decir “no”, reconoce dónde está tu limite. Acepta que solo tú eres el responsable de tu vida. No te escondas, no te olvides de que te corresponde cuidar de ti. Responsabilízate de lo que necesitas y de lo que sientes. Eres importante, pero si no lo sabes tú…

DIRIGE TU FE a lo que te hace bien. Pon toda tu energía en lo que es bueno para ti, no en lo que te hace daño o en lo que no quieres manifestar. Si no quieres enfermar, pon tu energía en la salud, no repitas constantemente que no quieres la enfermedad. Enfócate y pon tu atención en lo que te hace bien. Cuando observes que has vuelto a depositar tu fe en lo que no quieres, perdónate.

DATE PERMISO PARA CONFIAR. Permítete confiar en ti y en lo que no puedes ver. Si el sol sigue saliendo, y tú continúas respirando, a lo mejor, podrías relajarte y confiar en que todo va a salir bien. Una actitud confiada nos conduce a la tranquilidad y a la paz interior. La desconfianza y el miedo provocan lucha, sobrecarga, ansiedad, estrés y sufrimiento.

APRENDE A POLARIZAR. Eso supone un gran cambio de actitud. Polarizar significa asumir que todo, también lo que juzgamos como horrible y negativo, tiene su parte de luz. El Yin contiene al Yang, y el Yang contiene al Yin, el uno sin el otro no pueden existir. Si aprendemos a ver que todo guarda una oportunidad, otra polaridad, otra alternativa, y colocamos nuestra energía en ese polo, no solo cambiamos nuestra actitud sino que elevamos tanto nuestra vibración que lograremos transformar lo que manifestamos.

CONVIÉRTETE. Vuelve a ser un niño. Para ello, piensa en su actitud. ¿Cómo es? confiada, presente, inocente, curiosa, llena de ilusión y de alegría. Un niño no se cree imperfecto, no se prohibe lo que siente, no se juzga -y si lo hace, ya sabemos de quien lo ha aprendido-, no se preocupa, no cree que tenga que ser algo distinto de lo que es. Cuando juega, deposita toda su atención en el juego, puede hacerlo porque no cree que tenga que controlar el futuro, porque confía. Volvamos a ser niños.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Frank Mckenna

Photo by Frank Mckenna



¿POR QUÉ BUSCAMOS?

¿Por qué necesitamos lograr paz interior, bienestar, prosperidad o amor? Porque en algún momento, comenzamos a pensar, a aceptar y a creer en el miedo y en la limitación. Necesitamos alcanzar algo que, en realidad, siempre ha estado dentro de nosotros, pero camuflado por miles de creencias limitantes que nos han llevado a ver una realidad basada en la escasez, la falta, y el miedo.

Un Curso de Milagros, los Mayas, los Toltecas, el Budismo, los Teósofos y otras muchas filosofías esotéricas y ocultistas, tradiciones, culturas y religiones nos dicen que lo que ven nuestros ojos, los pensamientos y creencias limitantes pertenecen al mundo de la ilusión, del sueño, al mundo de lo falso, de la fragmentación, y que se puede resumir en una sola palabra: miedo.

Y claro, cuando profundizamos en esta idea de que todo lo que andamos buscando fuera ya lo tenemos dentro, suelen ocurrir dos cosas: o bien le damos espacio a la soberbia para dejar claro que eso de tenerlo todo dentro es muy bonito pero que “la realidad” es la que es, ¿o me vas a decir tú a mí que el hambre y la guerra son un sueño?, o bien sentimos mucha frustración porque no tenemos ni idea de cómo activar esa potencialidad interior.

No creo que existan fórmulas mágicas e instantáneas para lograrlo, o por lo menos yo no las he encontrado. Lo que sí sé es que es posible dejar de ver miedo, y comenzar a ver amor. Sé que es posible convertir la paz interior en un estado permanente; sé que podemos sentirnos plenos y llegar a ser todo lo que somos. Cuando conseguimos recordarnos y recuperamos la relación con nosotros mismos es cuando todo comienza a cambiar, no solo nuestra vida, sino la de los demás, pero para eso, antes debemos responsabilizarnos y trabajar. Debemos cambiar y accionar de una forma distinta, más creativa y consciente:

  • Es absurdo pensar que, teniendo ego, vayamos a dejar de mirar fuera, pero lo que sí podemos hacer es comprometernos a ver lo de fuera de una manera distinta a como solemos hacerlo, porque lo de fuera tendría que servirnos para ver todo lo que tenemos dentro. Debería ser nuestra guía para conocer nuestras partes no reconocidas y nuestras potencialidades no asumidas. Lo de fuera no es ajeno a lo de dentro. Las guerras reflejan todas nuestras guerras internas y la luz que vemos es un espejo de la capacidad para brillar que habita dentro.

  • Podemos y debemos prohibirnos los pensamientos de miedo, que nos limitan y nos encarcelan. ¿Cómo? no creyéndonoslos, perdonándonos por ellos, no dándoles atención ni reconocimiento. Necesitamos hacernos conscientes de que nuestros pensamientos son importantes, fundamentales diría yo, ya que con ellos creamos nuestras experiencias. Todos tenemos responsabilidad en esto. Todos podemos elegir qué pensar y en qué creer.

  • Pongámonos en huelga. Neguémonos a juzgar, a comparar, a retener y a especular. Dejemos de suponer, de dar por hecho, de pensar por el otro, de adelantarnos, de intentar controlar.

  • Prestemos cada día más atención a lo que no podemos ver. Cerremos los ojos. Podemos meditar, orar, respirar de forma consciente, da igual. Debemos reconocer que no todo es accionar, producir y hacer. Es necesario parar, ser y observar.

  • Lo que somos y tenemos dentro solo se nos revelará si construimos una base sólida de fe y confianza. Si sabemos depositar nuestra fe en lo que es Real, todo empezará a cambiar. Si dedicamos tan solo la mitad del tiempo que empleamos en escuchar nuestros diálogos de miedo, nuestras preocupaciones, dudas y juicios, en entregar, confiar y dar gracias, nuestra verdadera naturaleza despertará.

  • Dejemos de querer imponer nuestra voluntad y, con humildad, aprendamos a aceptar y a dejar espacio a una Voluntad superior.

  • Cambiemos nuestra actitud. Es frustrante y agotador buscar lo que existe ya, pero mi prosperidad, mi capacidad para amar, para materializar, mi paz, mi plenitud interior, mi salud me están diciendo: oye, ¿qué pasa con tu actitud? Tener la disposición, el talante y la intención de querer pensar y ver solo lo bueno, de abandonar la queja y la rigidez mental, nos predisponen a manifestar lo que siempre fuimos.

Recuerda, lo que buscas te ha encontrado ya.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Davide Ragusa

Photo by Davide Ragusa